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9 conceptos narrativos que te conviene tener claros si quieres que tu narración llegue a buen puerto
Por César Sánchez Ruiz
Recientemente he realizado una encuesta entre una parte de los subscriptores para saber qué temas de escritura creativa, de todos sobre los que escribo en el blog (guion de cine, haiku, errores de escritura, fitness literario…) son los que más interesan. Pues bien, el más votado ha sido diseño de historias, así que en breve publicaré algunos artículos sobre este tema. De momento, aquí tienes este, en el que, a modo de preámbulo, te hablo de algunos conceptos básicos que conviene tener claros antes de empezar a trabajar una historia.
Historia y narración
En primer lugar, es clave que sepas distinguir entre historia y narración. La historia es el conjunto de los hechos narrados; la narración, la comunicación de estos hechos. La historia es el qué contamos; la narración, el cómo lo contamos.Una misma historia puede ser contada de muchas maneras. Por ejemplo, puede ser explicada por un narrador de manera discursiva (tal como sucede en un relato o novela), pero también puede ser mostrada de manera audiovisual, es decir, en imágenes y sonidos (tal como se cuenta en una película), o representada en vivo sobre un escenario (tal como se narra en una obra teatral), por decir tres formas de narración conocidas.
Incluso dentro de cada género literario, podemos jugar con la manera en la que se cuenta la historia. En una novela, por ejemplo, podemos narrar en forma de diario personal, el que vaya escribiendo el propio protagonista, de manera que sea él mismo quien, en primera persona, cuente la historia, pero también podemos hacer que la historia la cuente en tercera persona otro personaje; en una película, podemos contar parte de la historia mediante flashbacks, es decir, intercalando escenas que muestren hechos sucedidos con anterioridad a aquellos que venimos narrando desde el inicio de la película; en una obra teatral, podemos hacer que parte de la historia la cuente un actor que haga de narrador, es decir, que le hable al público sobre la historia y los personajes.
En cualquiera de estos casos, podemos jugar con el orden en el que exponemos los hechos que conforman la historia: los podemos narrar en el mismo orden en el que tienen lugar, pero también podemos alterar este orden: por ejemplo, podemos empezar a narrar una historia no por su inicio, sino por un punto intermedio de la misma (y luego, en un tramo posterior de la narración, exponer los hechos previos) o empezar la narración mostrando un suceso cercano al final de la historia (y luego pasar ya a narrar la historia desde su inicio), y no por ello los hechos narrados dejarán de ser los mismos.
También podemos narrar una historia de manera totalmente desordenada, es decir, con continuos saltos temporales adelante y atrás a lo largo la línea temporal de la historia, o, incluso, narrarla en orden cronológico inverso: empezar la narración mostrando el final de la historia e ir retrocediendo a lo largo de la línea temporal de la misma hasta llegar a su inicio.
Normalmente, primero se trabaja la historia y luego la narración, es decir, primero se decide qué vamos a contar, y luego lo contamos. No obstante, en el momento de trabajar la historia conviene tener ya decidido, a grandes rasgos, cómo la vamos a contar, puesto que la manera en la que narremos una historia condicionará qué podremos contar y qué no.
Por ejemplo, si en una novela narramos la peripecia de una adolescente, y lo hacemos en forma de diario, la protagonista tendrá que tener en todo momento su diario consigo y ser capaz de escribir en él. Esto significará que, por ejemplo, no podremos hacer que, a mitad de la historia, le roben la mochila en la que lo lleva o, aún más claro, se quede ciega por una enfermedad, porque entonces ya no podrá escribir en él.
Linealidad
Si los sucesos se narran en orden cronológico de principio a fin, decimos que se trata de una narración lineal; de lo contrario, decimos que se trata de una narración no lineal. Una narración sólo podrá ser lineal en el caso de que la historia se componga de una única línea de acción (de las líneas de acción hablaré unos párrafos más abajo). Si, por el contrario, la acción transcurre simultáneamente en varios escenarios, no nos quedará otra que, de tanto en tanto, ir haciendo retroceder la narración en el tiempo para explicar qué había sucedido en el otro escenario mientras sucedían los hechos que recién hayamos narrado.Una narración tampoco podrá ser lineal en caso de que se narre una misma historia con más de un punto de vista: por ejemplo, si contamos una historia de amor primero desde la perspectiva de uno de los dos enamorados y luego desde la del otro, tendremos que, una vez hayamos acabado de narrar los hechos con el punto de vista del primer personaje, hacer retroceder la narración en el tiempo para comunicar esos mismos hechos con el punto de vista del otro personaje. Sobre el punto de vista voy a hablar en el siguiente apartado.
Narrador y punto de vista
El narrador, como ya sabrás, es la entidad que cuenta la historia. Por ejemplo, en una novela podemos hacer que la historia la cuente su protagonista (como en el ejemplo de la narración de la historia de la adolescente, que es ella misma quien va explicando lo que le ocurre), otro personaje (por ejemplo, en la novela El nombre de la rosa, el narrador es el novicio que acompaña al protagonista) o una entidad externa a la historia. En una película, el narrador es, podemos decir, la cámara en sí, que nos va explicando lo que ve y oye, aunque también es posible dar cierta información a través de un narrador explícito que se exprese mediante una voz en off; éste es, de todas maneras, un recurso que en cine conviene usar con cuentagotas. En una representación teatral, no hay un narrador como tal, sino que la historia se muestra por sí misma, aunque, como he comentado antes, perfectamente podemos hacer que uno de los actores vaya informando al público de ciertas cosas.Por su parte, el punto de vista es la perspectiva desde la que se cuenta la historia. Los conceptos de narrador y punto de vista están muy relacionados. El narrador condiciona y, en muchos casos, determina, el punto de vista.
Por ejemplo, en una novela que esté narrada por su protagonista, el punto de vista de la narración será en todo momento el de ese personaje, de manera que sólo podremos comunicar lo que el personaje vea, oiga, sepa, piense o sienta. Si la historia la narra otro personaje, la perspectiva de la narración será el de ese otro personaje, y no podrá contar lo que pase por la cabeza de nadie más.
De esta manera, cuando la historia la cuenta un personaje, apenas se puede maniobrar con el punto de vista. Si, por el contrario, la historia la cuenta una entidad externa a la historia, se tiene más libertad de maniobra: por ejemplo, podemos hacer que el narrador vaya comunicando lo que sucede en un escenario u otro según le convenga.
En cine, por más que no hay narrador como tal, también es posible maniobrar con el punto de vista: por ejemplo, podemos ir mostrando la ficción con el punto de vista de un observador externo, que vea y oiga lo que hacen y dicen los personajes pero sin existir él como personaje (es lo habitual en cine: la cámara es esta entidad), pero también podemos hacerlo con la perspectiva de uno de los personajes mediante el uso de una cámara subjetiva, que emule la visión del personaje.
Si quieres leer más sobre el punto de vista, tienes información en este artículo.