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La estructura narrativa clásica
o cómo armar una narración en tres partes
Por César Sánchez Ruiz
Existen muchas maneras de estructurar una obra de ficción, ya sea una novela, un relato, un largometraje o cortometraje, una obra teatral o incluso un cómic, pero, sin lugar a dudas, la más empleada es la denominada estructura narrativa clásica. Fue estudiada ya en la Antigua Grecia, hace más de dos mil años, y de ahí su nombre. También se la conoce como estructura de tres actos. De ella voy a hablarte en este artículo.
Estructurar una obra de ficción significa establecer las partes que compondrán la narración así como la extensión de cada una y la relación entre ellas. Esta estructura será el armazón que sostendrá el conjunto. Dotar a nuestra obra de un soporte sólido garantizará su unidad y evitará que haya partes del texto que no guarden proporción o que queden situadas donde no corresponda. Si no estructuras bien tu obra, o si no la estructuras en absoluto, lo más probable es que se te acabe viniendo abajo, como un edificio mal construido.
Por ejemplo, en el cuento Caperucita Roja, que todos conocemos, primero se nos cuenta cómo la madre de Caperucita envía a su hija a casa de la abuelita, luego cómo Caperucita se encuentra con el lobo, después cómo el lobo llega el primero a casa de la abuelita... Las partes guardan relación entre sí, están dispuestas en un orden adecuado y ninguna se extiende más de lo necesario. Pero imagínate que antes de que el lobo se coma a Caperucita, el narrador se entretuviese durante veinte páginas en describirnos cómo el leñador lava su ropa en el río: esta parte del cuento no vendría a cuento (valga la redundancia), y probablemente el lector se desinteresaría por él.
La estructura narrativa clásica es un armazón sencillo pero consistente. Es aplicable a las narraciones de aquellas historias que se componen de una única línea argumental. Consta de tres partes, que son las siguientes:
Seguro que los nombres te suenan. Tambien podemos llamarlas Presentación, Nudo y Desenlace, o Primer acto, Segundo acto y Tercer acto, o Introducción, Confrontación y Solución. Veamos en qué consiste cada una:
Planteamiento
Ocupa el tramo inicial del relato, y en él contamos todo lo necesario para situar al lector en el contexto dramático: dónde transcurre la acción, cuándo transcurre, quién es el protagonista y en qué situación se encuentra. Además, explicamos qué acontecimientos provocan que la normalidad en la que vive el personaje quede alterada y se vea inmerso en un conflicto. El planteamiento suele ocupar, aproximadamente, una cuarta parte del total de la obra (es una medida orientativa).En el ejemplo de Caperucita, en el planteamiento se nos cuenta que Caperucita es una niña que vive con su madre. Un día, la madre envía a Caperucita al otro lado del bosque con una cesta para su abuelita. La madre le pide a su hija que no se entretenga por el camino y que no hable con desconocidos. Caperucita, como niña que es, marcha despreocupada. Entonces aparece el lobo.
Desarrollo
El desarrollo ocupa el tramo central del relato, y en él contamos cómo se suceden los acontecimientos desde que la normalidad en la que vive el protagonista queda alterada hasta que el asunto está cercano a resolverse (ya sea para bien o para mal del protagonista). El desarrollo suele ocupar, aproximadamente, dos cuartas partes del total de la obra (vuelve a ser una medida orientativa).En el ejemplo, el lobo engaña a Caperucita, llega el primero a casa de la abuelita, la mata y se disfraza de ella. Caperucita llega a la casa y ve algo raro en el aspecto de su abuelita, pero antes de que pueda reaccionar, el lobo se lanza sobre ella y se la zampa. ¿Es el fin de la niña?
Resolución
Finalmente, en la resolución, último tramo del relato, contamos cómo se resuelve el asunto y mostramos la situación en la que quedan los personajes tras los hechos vividos. La resolución suele ocupar, aproximadamente, un cuarto de la obra (es, de nuevo, una medida orientativa).En el ejemplo, un leñador oye los gritos de auxilio de Caperucita, acude a la casa, mata al lobo y rescata a la niña, que puede volver con su madre sana y salva. La pobre abuela descansa en paz y Caperucita aprende (y el lector también) que conviene tener cuidado con los desconocidos.
Una vez conocemos la estructura narrativa clásica, podemos modificarla según nos convenga. Para eso están las reglas: para romperlas si hace falta. Por ejemplo, en lugar de empezar la narración por el principio de la historia, podemos recurrir a las técnicas in medias res (empezar la narración por un punto intermedio de la historia) e in extrema res (empezar la narración por el final de la historia). También podemos recurrir a estructuras más complejas: anidar una historia dentro de otra, por ejemplo, de manera que la narración ya no esté estructurada en tres partes sino en seis: dos planteamientos, dos desarrollos y dos resoluciones.