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Cómo trabajar una idea para una obra de ficción


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Por César Sánchez Ruiz



Puzzle



Ya sabrás que antes de empezar a narrar una historia conviene tomarse un tiempo tanto en diseñar el argumento como en planificar la narración. Pues bien: aun antes, conviene tomarse un tiempo en idear la obra en su conjunto. En este artículo voy a hablarte de la importante primera fase de la creación de una obra de ficción, en la que, a partir de una idea inicial, y todavía sin diseñar, planificar ni escribir nada, se concibe y se valida la obra y se despeja así el camino para todo el trabajo posterior.

El punto de partida

En el momento en el que empezamos a trabajar en una obra de ficción, ya sea una novela, un guion de cine, una obra de teatro... aún no sabemos quiénes serán los personajes, ni tenemos decidida la línea argumental, ni contamos con unos escenarios concretos, y tampoco tenemos claro cómo lo contaremos todo... Como mucho, quizás tengamos ideado alguno de estos elementos. En el caso general, lo único de lo que disponemos en un primer momento es un algo que nos ofrece un atisbo de la que nos gustaría que acabase siendo la obra y que nos motiva a ponernos a trabajar. Voy a ponerte algunos ejemplos de punto de partida:

Para escribir una obra de ficción puedes partir, por ejemplo, de una experiencia propia. Tal vez en alguna ocasión hayas avistado unas luces extrañas en el cielo y se te haya ocurrido que podrías narrar una historia en la que alguien aviste un ovni y que, a raíz de ello, se vea envuelto en alguna peripecia.

El punto de partida puede ser también un personaje. Por ejemplo, tal vez hayas pensado en contar una historia sobre un robot. De momento, no sabes qué le podría pasar a este robot, pero, por lo menos, el protagonista ya lo tienes.

Cómo no, el punto de partida puede ser un escenario. Por ejemplo, podrías contar una historia que tenga lugar en un submarino. El protagonista podría ser unos de los miembros de la tripulación.

Ya he comentado que el punto de partida puede ser un tema. Por ejemplo, podrías pensar en contar una historia que transmita algunas ideas sobre la última crisis económica. De momento, tendrías ya fijado, además de parte del contenido temático, el período de tiempo en el que transcurrirá la acción.

A menudo, el punto de partida es el deseo de escribir una obra de un cierto género. Por ejemplo, podrías querer contar una historia de terroristas y agentes de inteligencia del estilo de las que se cuentan en las novelas de Frederick Forsyth. Sería una historia con mucha tensión dramática, ya que estaría en juego algo importante, como la muerte de muchas personas o el estallido de una guerra a escala mundial.

El punto de partida podría ser también, qué sé yo, una estructura narrativa particular. Por ejemplo, podrías haber tenido la idea de contar una historia que tuviese dos finales distintos.

En cualquier caso, si te lanzas a contar una historia sin haber desarrollado la idea inicial y sin haberte hecho con un concepto más o menos definido de la obra que vas a crear, lo más probable es que tu trabajo no acabe llegando a buen puerto, sino que, a cierta altura te bloquees, y no te quede otra que deshacer buena parte de tu trabajo para seguir avanzando.

El concepto

Para hacerte con el concepto de una obra de ficción has de ir fijando en torno a tu idea inicial sus elementos principales de manera que acabe tomando forma un conjunto que te satisfaga.

Por un lado, tendrás que decidir quién será el protagonista de la historia. El protagonista de una historia es aquel personaje cuya peripecia (más que la de cualquier otro personaje) vertebra la historia. El protagonista de una historia no tiene por qué ser único, sino que los protagonistas pueden ser dos o más: lo serán, por ejemplo, si actúan en pareja o en grupo y no predomina la acción de ninguno sobre la del resto. Los protagonistas también serán varios en caso de que tengamos pensado narrar varias peripecias y no haya una que pueda ser considerada la principal.

Por ejemplo, si desarrollásemos una historia a partir de lo del avistamiento del ovni, seguramente pondríamos de protagonista a la persona que aviste el ovni. En caso de que decidamos que no narraremos únicamente su peripecia, sino también la de, pongamos, una ufóloga que lleve tiempo investigando los avistamientos que se hayan producido en la región y que empiece a detectar unas señales raras, tendríamos entonces dos protagonistas: uno sería la persona que avista el ovni, y, el otro, la ufóloga.

Por otro, habrás de decidir cuál será, a grandes rasgos, la acción narrada. Es importante que en el concepto fijes una acción que pueda tener un cierto desarrollo, ya que será este desarrollo el que permita que la historia tome cuerpo. Para que una acción pueda desarrollarse, deberá tener forma de conflicto: un personaje necesitará algo, pero no lo podrá conseguir, ya que alguien o algo se interpondrá en su camino, y entonces el personaje tendrá que luchar para imponerse a ese antagonismo. Una vez decidido el antagonismo, podrás vertebrar la historia a través de una línea de acción en la que, primero, el conflicto dé inicio; luego, el conflicto se desarrolle; y, finalmente, el conflicto se resuelva, para bien o mal del personaje.

Por ejemplo, en la historia del ovni, podríamos decidir que la acción consista en la lucha que llevará a cabo el protagonista (la persona que aviste el ovni) por librarse de los extrañas visiones que haya empezado a sufrir tras el avistamiento y que le estarán afectando de manera seria. Ello nos permitirá vertebrar la historia mediante una línea de acción en la que, primero, la persona aviste el ovni y comience a tener unas extrañas visiones; luego, luche por averiguar a qué se deben las visiones y por encontrar una solución al problema; y, finalmente, la lucha termine, ya sea porque el protagonista logre librarse de las visiones o porque suceda algo que cause que ya no necesite resolver el problema (por ejemplo, que muera).

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No es necesario que decidas ya cómo empezará, cómo se desarrollará ni cómo finalizará la lucha que llevará a cabo el protagonista, pero sí que te hagas con un visión general de cuál será esta lucha.

En el ejemplo de la historia del ovni, aún deberíamos concretar un poco más la forma que tendrá el conflicto, ya que lo que tenemos ahora (el protagonista trata de librarse de las visiones que ha empezado a sufrir) es, más que nada, la fase inicial de esta lucha. Por ejemplo, podríamos decidir que el protagonista no tardará en averiguar que hay otras personas que están teniendo las mismas visiones que él y en sospechar que los extraterrestres están haciendo experimentos con todos ellos, lo que le llevará a luchar por encontrar el modo de que dejen de hacerlo.

Otro de los elementos que habrás de fijar es el escenario (lugar y tiempo) en el que tendrá lugar la acción. Puedes hacer que la historia transcurra en un escenario real, en uno inventado o en un lugar y tiempo indeterminados.

En el ejemplo de la historia del ovni, lo propio sería que la acción transcurriese en la época actual o en una reciente y que la zona geográfica fuese una que conozcamos bien, ya que así nos ahorraríamos el trabajo que supondría documentarse sobre el escenario en cuestión.

Deberás fijar también el tono de la obra. Una obra puede tener un tono romántico, infantil, cómico, erótico, épico... El tono de una obra no se establece únicamente en el momento de narrar la historia, sino también en la propia historia narrada. Por ejemplo, si decidimos que la obra tenga un tono cómico, la acción también deberá serlo.

En el ejemplo de la historia del ovni, podríamos decidir que la obra tenga un tono inquietante, y entonces tendríamos que hacer que, por ejemplo, las visiones que tenga el protagonista también lo sean, y también iría bien que hiciese acto de presencia algún que otro personaje extraño.

Si no decides el tono, corres el riesgo de que la obra acabe teniendo a ratos un tono y a ratos otro, lo que resultará fatal para la misma. El tono de una obra puede ser una mezcla de dos o más, pero una vez establecida la mezcla, deberás hacer que se mantenga a lo largo de toda la obra.

Conviene que en el concepto quede fijado también cuál será el tema de la obra, esto es, qué ideas sobre el mundo real y la condición humana comunicará la obra más allá de la ficción narrada. Puedes decidir que la obra carezca de contenido temático, en caso de que veas que no lo necesita.

En el ejemplo de la historia del ovni, podríamos decidir que en la obra no se trate ningún tema: la historia será lo suficientemente inquietante como para que no se eche en falta ningún contenido temático.

Aprovecho para comentar que no sólo se trata de ir fijando los distintos elementos narrativos, sino también de que nos aseguremos de que cada encajen entre sí.

Por ejemplo, si viésemos que el argumento, por sí solo, tiene entidad suficiente, como sería el caso en esta historia del avistamiento, en la que, por un lado, el desarrollo del conflicto acabaría teniendo una cierta extensión y se alcanzará un clímax dramático, y, por otro, todo resultará bastante inquietante, podríamos no incluir ningún tema. Si, por el contrario, viésemos que el argumento no es suficiente para sostener la narración, estaríamos obligados a reforzar la obra de alguna manera. Podríamos añadir contenido temático, pero también podríamos, por ejemplo, añadir una segunda trama, con su protagonista y su conflicto, de manera que la unión de las dos peripecias le dé al argumento la entidad necesaria.

Normalmente, en el momento de desarrollar una idea se tiene ya en mente qué tipo de narración será, esto es, si lo que escribiremos será una novela, un guion de cine, una obra de teatro o cualquier otro tipo de texto narrativo, pero es posible que durante esta fase nos demos cuenta de que la historia, por sus características, pide ser contada de una manera distinta a la que teníamos prevista inicialmente.

En cualquier caso, en el concepto deberemos fijar también cualquier particularidad narrativa que forme parte intrínseca de la misma: por ejemplo, que se narren los mismos hechos con dos puntos de vista distintos o que la historia se narre en orden cronológico inverso.

Ya tengo el concepto. ¿Y ahora qué?

Si has conseguido hacerte con un concepto sólido para tu obra de ficción, habrás allanado considerablemente el camino a recorrer durante todo tu trabajo posterior. Aún te quedará mucho para finalizar la obra, pero ahora, puesto que ya tienes decidido qué vas a contar y cómo lo vas a contar, y sabes que los elementos principales de la obra encajan a la perfección, resultará mucho menos probable que llegues a un punto en que te cueste seguir avanzando o te veas obligado a replantearte tu trabajo por cualquier otro motivo.

El siguiente paso, tras la obtención del concepto, será trabajar el argumento. Lo propio es hacerlo en una sinopsis argumental. En ella establecerás cuál es la acción de principio a fin y qué otros personajes, aparte del protagonista, intervienen en la historia. A la vez que vayas fijando los sucesos concretos que conformen el argumento, irás caracterizando a los personajes.

Por ejemplo, en la historia del avistamiento del ovni, tendrás que idear la serie de sucesos que lleven al protagonista desde la normalidad en que se encuentra al inicio de la historia, en la que todavía no habrá avistado ningún ovni ni tenido ningún sueño extraño, a estar metido de lleno en la lucha por librarse del control de los extraterrestres, y de ahí a una nueva situación en la que la lucha ya habrá terminado. A la vez, tendrás que decidir quién ayudará al protagonista durante su peripecia y quién se le opondrá. ¿Acudirá a la consulta de un especialista del sueño? ¿Contactará la ufóloga con él? ¿Localizarán a los extraterrestres? En este artículo que he publicado recientemente explico cómo se trabaja una línea de acción.

Si has decidido que la historia esté formada por varias líneas de acción, tendrás que trabajar cada una de ellas, y también tendrás que, de la manera que sea, conectarlas entre sí.


Bueno, pues hasta aquí esta explicación. Si te ha resultado valiosa, y no quieres perderte las próximas que escriba, subscríbete a mis envíos, y te avisaré cada vez que publique en el blog.



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