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4 afecciones literarias y cómo tratarlas


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Por César Sánchez Ruiz



Píldoras



¿Cuidas tu escritura? En este artículo te describo cuatro afecciones que se sufren habitualmente en esto de escribir ficción: la demostrativitis adjetival, el trastorno de doble temporalidad, el cólico tíldico y la argumentoporosis. Afortunadamente, todas tienen cura. ¿Sufres tú alguna de ellas?


1. Demostrativitis adjetival

La demostrativitis adjetival es una enfermedad bacteriana que se manifiesta en una tendencia exacerbada al uso de adjetivos demostrativos, en particular los de tercer grado de distancia (aquel, aquella, aquellos, aquellas).

La bacteria que causa esta afección es el bacillus adjetodemostrativilis. Se detectó por primera vez en un pasaje de la Biblia. En esta obra, los adjetivos demostrativos campan a sus anchas en los inicios de muchos capitulos, aunque, debido a las características de la misma, no causan ningún trastorno en el lector: "En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse...".

En la narrativa convencional, sí lo causan, en la mayoría de los casos. Un adjetivo demostrativo introduce una distancia (que será mayor o menor en función del grado de la misma del adjetivo) entre el lector y la ficción, cuando lo que conviene, en narrativa, es que esta distancia sea cero: que el lector crea estar siendo testigo directísimo de los hechos narrados, e, incluso, viviéndolos él mismo.

Así, un aquejado de demostrativitis adjetival tiende a empezar sus narraciones usando ya un adjetivo demostrativo en la primera frase: "Aquel hombre entró en el vestíbulo del hotel...", cuando lo adecuado sería que no introdujese ninguna distancia entre el lector y los hechos narrados: "El hombre entró en el vestíbulo del hotel...".

El tratamiento más eficaz para la demostrativitis adjetival es la dieta (literaria) sin adjetivos demostrativos. En esta dieta, los adjetivos demostrativos son substituidos por articulos determinados ("esa" es substituido por "la", "aquellos" por "los", etc.) o indeterminados ("este" es substituido por "uno", "esas" por "unas", etc.). En ocasiones, para substituir un adjetivo demostrativo, puede ser necesario reescribir toda la frase. Una vez el paciente se haya acostumbrado a no recurrir a los adjetivos demostrativos en ningún momento, podrá volver a incorporarlos a su dieta, ya para usarlos cuando sea estrictamente necesario.

2. Trastorno de doble temporalidad

El trastorno de doble temporalidad es una psicopatología que se caracteriza por la alternancia de dos tiempos verbales (habitualmente, el pasado y el presente) en el discurso del narrador.

Normalmente, en una narración, la acción se narra en pasado (narración ulterior) o en presente (narración simultánea); es más frecuente lo primero que lo segundo. También se puede narrar en futuro (narración anterior), pero es muy poco habitual. El paciente afectado por el trastorno de doble temporalidad cambia de un tiempo verbal a otro de manera inconsciente e injustificada, causando una gran confusión en el lector.

Se cree que una de las causas de esta enfermedad es haber leído el "Ulises" de Joyce a temprana edad.

El trastorno de doble temporalidad es asintomático, pero tiene signos claros. En una narración escrita por una persona que lo sufre, aparecen, sin previo aviso, verbos en un tiempo distinto a aquel que venía dominando la narración, con la consiguiente sorpresa para el lector, que, por un momento, no sabrá a qué periodo de tiempo ha pasado a referirse el narrador. El cambio de tiempo verbal se producirá, por lo general, varias veces a lo largo de la narración.

Una manera rápida y fiable de confirmar el trastorno de doble temporalidad consiste en tomarle al paciente una muestra de diálogo y examinar los verbos de dicción (decir, preguntar, responder, añadir, etc.). En caso de que se observe una alternancia entre el presente y el pasado en verbos de dicción consecutivos (por ejemplo, un "preguntó" seguido de un "responde"), se habrá confirmado la enfermedad.

El ortopeda procederá a realizarle al paciente tres férulas inmovilizadoras del tiempo verbal: una, la de tiempo pasado, sólo permitirá el uso de verbos en pasado, otra, la de tiempo presente, sólo permitirá el uso de verbos en presente, y otra, la de tiempo futuro, sólo permitirá el uso de verbos en futuro. Se le impondrá al paciente la escritura de un microrrelato lineal (ver punto 2 de este artículo) al día. Cada vez que el paciente se disponga a hacer su ejercicio, deberá decidir el tiempo verbal en el que vaya a narrar y ponerse la férula correspondiente. Tras la escritura, podrá quitarse la férula. Al cabo de seis meses, el paciente se habrá acostumbrado a mantener el tiempo verbal de sus narraciones y podrá dejar de usar las férulas.

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3. Cólico tíldico

El aquejado de esta dolencia no coloca bien las tildes: a menudo las pone donde no debe y no las pone donde debe; esto lleva no sólo a que el texto no se lea de manera fluida e, incluso, se malinterprete el significado de algunas frases, sino a que el lector se lleve una mala impresión de la persona que lo ha escrito.

Como todas las afecciones literarias, es asintomática: el paciente no se da cuenta de que tiene la enfermedad. No obstante, los signos son claros: en los textos del paciente aparecen tildados verbos monosílabos, como "dio", "fue" y "vi", y sin tilde diacrítica palabras como "qué", "cómo", "cuándo", etc... Otros signos habituales son la ausencia de tilde en las letras mayúsculas o que aparezcan tildadas palabras llanas formadas por un verso monosílabo y un pronombre encíclico, como "dime" o "hazla".

Se trata de una enfermedad vírica. Se cree que el virus se originó en Francia y llegó a España en 1977 en una postal de la torre Eiffel. Al cruzar la frontera, mutó, perdiendo la capacidad de afectar la tilde abierta y el acento circunflejo.

La manera habitual de diagnosticar el cólico tíldico es tomar una muestra de varias páginas de narración del paciente y buscar: 1) las ocurrencias de las palabras "", "", "dió", "", "fué", "fuí", "" y ""; 2) las ocurrencias de las palabras homófonas "mas/más", "que/qué", "quien/quién", "como/cómo", "cuando/cuándo", "cual/cuál", "porque /porqué", "si/sí", "aun/aún", "te/té", "se/sé", etc.; 3) palabras formadas por un verbo y uno o varios pronombres enclíticos a las que se les haya puesto tilde cuando no se debía o no se les haya puesto cuando se debía: "persigale", "díme", "pónlos", etc.; 4) tildes que marcan hiatos que no son ("fluído") o ausencias de tildes que sí han de marcarlos ("dia"); 5) otros errores... Una tasa de errores de menos de tres por página no demostrará la enfermedad (podrían ser errores debidos a simples descuidos), pero una tasa mayor sí lo hará, y con un margen de error mínimo.

El tratamiento del cólico tíldico se basa en la audioterapia. El paciente escuchará cada noche, mientras duerme, y de manera cíclica, una regla de acentuación distinta:

Noche 1: "Las palabras monosílabas nunca llevan tilde, salvo en el caso de tilde diacrítica. Ejemplo: me".

Noche 2: "Las palabras agudas no monosílabas llevan tilde si acaban en vocal o en n o s precedida de vocal. Ejemplo: limón".

Noche 3: "Las palabras llanas se acentúan si no acaban en vocal ni en n o s precedida de vocal. Ejemplo: sónar".

Noche 4: ...

El paciente deberá seguir la terapia durante un mes, hasta que haya escuchado todas las reglas de acentuación.

Esta normativa también puede administrarse en pastillas o supositorios.

En caso de duda, consulte con su diccionario.

4. Argumentoporosis

La argumentoporosis es una enfermedad que debilita los argumentos, lo que causa que se quiebren fácilmente y que el lector pierda el interés por lo que se le está contando. La fractura pueden tener lugar en cualquier punto de la narración, e, incluso, en varios puntos a la vez. La argumentoporosis es producida por la falta de verosimilitina, proteína encargada de metabolizar la credibilidad de las acciones de los personajes y de la ficción en general.

Se trata, de nuevo, de una enfermedad asintomática, es decir, el enfermo no experimenta ninguna anomalía física o mental ni se da cuenta de que los argumentos que construye son débiles. Ello no significa que no la acabe sufriendo; efectivamente, la sufre, a la larga, a través del desinterés de sus lectores.

La argumentoporosis se diagnostica fácilmente mediante el examen de una sinopsis argumental. El paciente, siguiendo las indicaciones que se dan en este artículo, procederá a resumir en un texto de una o dos páginas el argumento de una de sus historias. Si el examen de la sinopsis revela acciones poco creíbles, se habrá confirmado la enfermedad.

Por ejemplo, si un detective privado está investigando un caso de poca monta que le haya pasado un colega y descubre que, para averiguar lo que necesita, debería seguir a la novia de un peligrosísimo mafioso, y comienza a seguirla, arriesgándose a que, como poco, le rompan los dedos por meterse donde no le llaman, se habrá confirmado la enfermedad.

El tratamiento de la argumentoporosis se basa en la terapia de grupo (de personajes). El paciente se reunirá con sus personajes y se interesará por sus respectivas caracterizaciones y por la situación en la que se encuentra cada uno en el momento en el que tenga que llevar a cabo una acción que haga avanzar la historia. A continuación les preguntará si les parecen adecuadas para ellos las acciones que ha pensado. En caso de que a un personaje no le parezca adecuada una acción, el paciente tendrá que idearle otra. Alternativamente, podría modificar la situación en la que se encuentra el personaje o, incluso, cambiarle algún rasgo de su caracterización, para que sí le parezca bien llevarla a cabo.

Por ejemplo, si se le pregunta al detective si le parece bien seguir investigando y arriesgarse a que, como poco, le rompan los dedos, dirá que no, porque tiene una opción mejor, que es renunciar al caso; total, para lo que iba a facturar... Podría idearse entonces que el detective tenga una deuda y necesite el dinero que le proporcionará el cumplimiento del encargo. En este caso, y como él mismo dirá, si le parecerá bien seguir investigando, por más que resulte peligroso, ya que es la opción que tiene de lograr el dinero que necesita.

Tras seis meses de reuniones con sus personajes, el paciente se habrá acostumbrado a tenerlos muy en cuenta en el momento de trabajar cualquier argumento, y podrá abandonar la terapeútica, aunque la curación completa sólo la logrará tras años de práctica.


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