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Cómo trocear —en capítulos— tu novela (II)
Por César Sánchez Ruiz
En el artículo anterior te había hablado sobre cómo dividir una novela en capítulos y te había ofrecido el inicio de un argumento para que pudieras ejercitarte un poco. Era la historia del abogado y la casa encantada, ¿recuerdas? Pues bien, en este nuevo artículo tienes la que sería una solución al ejercicio propuesto.
Antes de mostrarla, aprovecharé para explicar en qué momentos, dentro del proceso de creación de una novela, podemos llevar a cabo la división en capítulos.
¡Vamos a ello!
¿Cuándo realizar la división en capítulos?
Básicamente, y un poco en función de si planificamos o no la escritura de la novela, podemos realizar la división en cuatro momentos distintos:Una opción que tenemos es llevar a cabo la división en capítulos lo más pronto posible, justo antes de decidir qué escenas conformarán la narración. Esto es: una vez tengamos decidido el argumento en un nivel mínimo de detalle y lo hayamos plasmado en una sinopsis argumental, lo primero que haremos será decidir aproximadamente los capítulos, y luego detallaremos el argumento en escenas y las iremos colocando en los distintos bloques de narración.
Esta opción será la más adecuada en caso de que se nos haya ocurrido una forma particular de dividir la novela en capítulos. Por ejemplo, en la novela El nombre de la rosa, de Umberto Eco, al autor se le ocurrió, en sintonía con la ambientación de la novela, dividir la narración según las horas de rezo (maitines, laudes, prima, tercia...) por cada uno de los días en los que trancurre la acción. Una estructura como ésta condiciona el argumento, ya que la acción ha de estar muy repartida a lo largo de cada uno de los días.
La segunda opción es llevarla a cabo tras escribir la escaleta. De esta manera, lo que haremos será, primero, detallar el argumento en una escaleta de escenas, y luego, una vez demos por válida la escaleta, proceder a agrupar las escenas en los capítulos necesarios.
Esta opción será la adecuada en el caso de que igualmente queramos tener decididos los capítulos antes de lanzarnos a escribir la novela, pero no se nos haya ocurrido ninguna forma especial de dividir el texto. Ésta es posiblemente la manera más habitual de realizar la división en capítulos, ya que por lo general las novelas se planifican en mayor o menor medida y no suelen tener estructuras de capítulos pensadas a priori.
La tercera opción es ir realizando la división en capítulos a medida que escribimos la novela. Simplemente, empezaremos a narrar la historia, y cuando lleguemos a un punto en el que veamos que podemos cerrar el primer capítulo, lo cerraremos; luego haremos lo mismo con el segundo, con el tercero, con el cuarto, y así hasta completar la narración.
Este método nos puede ir bien si somos más de no planificar el argumento ni la narración, sino de ir avanzando en la novela a medida que la escribimos. La desventaja que tiene hacerlo así es que, como todavía no tendremos decidido el argumento, estaremos estructurando el texto un poco a ciegas. Nos puede ir bien para novelas de argumento lineal y sencillo.
Por último, podemos, simplemente, dividir la novela en capítulos una vez la tengamos escrita. En este caso, aunque no hayamos planificado la narración, tendremos ya, obviamente, una visión completa de la misma, y lo tendremos más fácil para decidir el número de capítulos y la extensión de cada uno.
Esta opción nos irá de maravilla en caso de que, sencillamente, nos dé un poco igual que el texto esté dividido en capítulos o no. Con la novela ya escrita, podremos hacer lo que, llegados a este punto, más nos apetezca o convenga: fragmentar la narración o dejarla indivisa.