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Informaciones falsas que circulan por Internet sobre esto de narrar
o que no te cuenten historias sobre cómo contar historias


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Por César Sánchez Ruiz



Lápiz blanco, lápiz negro



El reino de la información que es Internet tiene una región habitada por engendros de la falsedad. Por ella, a sus anchas, campan bulos, fake news y desinformaciones. La escritura creativa también los sufre, y, así, la acechan plagios, atribuciones falsas, haikus que no son haikus y demás criaturas de la noche literaria. En particular, es fácil toparse con informaciones equivocadas sobre conceptos o técnicas narrativas que, a la que nos descuidemos, perjudicarán nuestro trabajo. En este artículo te alerto de la existencia de cuatro de estas informaciones falsas y te doy las correspondientes informaciones correctas.

Sin más, veámoslas:

INFORMACIÓN FALSA 1: «La trama es el orden en el que se cuentan los sucesos que componen una historia»

Esto es lo que se dice en numerosas páginas web. Pues bien, es falso. La trama no tiene que ver con el orden en el que, en la narración, se exponen los sucesos que componen la historia. El término trama se refiere, simplemente, al conjunto de los hechos relevantes de la historia, esto es, a aquellos que hacen que esta dé inicio, se desarrolle y acabe, así como a las relaciones de causalidad entre ellos, es decir, qué sucede como consecuencia de qué. En la trama, estos sucesos sí están dispuestos en un orden cronológico o de causa y efecto, pero este es independiente de aquel en el, luego, puedan ser expuestos en la narración.

En el momento de trabajar una trama, podemos hacer que un cierto suceso tenga lugar antes o después de otro, y con ello sí le estaremos dando forma a la trama, pero el hecho de que, ya cuando narremos la historia, informemos de los sucesos en ese mismo orden o en otro que nos vaya bien no hará que la trama cambie; lo único que cambiará será la manera en que contamos la historia.

El término trama se puede usar como sinónimo del término argumento; de hecho, la traducción en inglés de ambos es la misma: plot. En nuestro idioma, la única diferencia entre uno y otro, en lo que se refiere a apuntar los sucesos que vertebran una historia, es que, de alguna manera, el término trama se aplica sobre todo a aquellas historias que realmente están conformadas por un entramado de acciones y conflictos, como sucede a menudo en las novelas, los guiones cinematográficos y las obras teatrales. Para historias sencillas, no tiene tanto sentido usarlo.

Así, del cuento Los tres cerditos, lo propio es hablar de su argumento (cada cerdito se construye su casa, el lobo derriba la primera, luego la segunda, luego lo intenta con la tercera, etc.), más que de su trama. En cambio, de una película como 21 gramos, sí podemos hablar, sin ningún problema, de su trama.

Es importante que tengamos claros los conceptos, porque, si no los tenemos claros, ¿cómo vamos a trabajar bien? ¿Te imaginas que un médico no tuviese claro qué es la tensión arterial o que una arquitecta no supiera qué es la estructura de un edificio?

INFORMACIÓN FALSA 2: «La ambientación es el escenario/contexto en el que tiene lugar a la acción»

Otra que tal. Si no se tiene claro qué es la ambientación, ¿cómo se va a poder trabajar adecuadamente? La ambientación no es el escenario en el que transcurre la acción ni el contexto en el que transcurre. La culpa de que se diga esto la tiene, en buena medida, la mala traducción del término setting al término ambientación que se ha extendido por el ciberespacio y que ha provocado que se diga que una novela o película está «ambientada en» tal lugar en vez de que la historia «transcurre en» tal lugar.

El escenario es el escenario, y el contexto es el contexto. La ambientación no es ni lo uno ni lo otro, sino un conjunto de acciones: el de todas aquellas que llevamos a cabo para que la persona que lea la novela o vea la película pueda sentirse en ese lugar y ese tiempo en los que transcurre la acción. La ambientación es también el efecto que conseguimos con tales acciones. Las acciones pueden ser de todo tipo: desde elegir las localizaciones concretas, pasando por mencionar sucesos que tuvieron lugar en ese periodo, hasta mostrar comportamientos y objetos propios de ese lugar y ese tiempo.

Por ejemplo, si estamos narrando una historia que tiene lugar en el Berlín de los años 70, en plena Guerra Fría, el escenario (Berlín) y el contexto (la Guerra Fría) ya los tendremos, pero esto no significa que ya tengamos trabajada la ambientación; esta la tendremos cuando nos hayamos preocupado de, por ejemplo, mencionar el frío que, en general, hace en Berlín, informar de que desde el lugar en el que está alojado el protagonista se ve el Muro, hacer referencia a los soldados que patrullan las calles y las plazas, dar los nombres de algunas de estas, incluir, de tanto en tanto, palabras o expresiones en alemán, etc., por decir algunos elementos que nos podrían ir bien.

Ya te remito a mi artículo Cómo ambientar una obra de ficción, en el que explico y ejemplifico cómo puedes trabajar la ambientación de las obras que escribas.


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INFORMACIÓN FALSA 3: «Un final abierto es aquel que deja preguntas sin contestar

Esto también es falso. Preguntas sin contestar las puede dejar tanto un final abierto como uno cerrado, y, de hecho, es más habitual que las deje un final cerrado.

Cuando hablamos de final abierto o cerrado nos estamos refiriendo al final de la obra, esto es, al final de la narración. En un final cerrado, la historia ha llegado a su fin: todos los conflictos han quedado resueltos, para bien o mal de los personajes, y nada indica que vayan a tomar forma de nuevo en el futuro. En caso de que más adelante el protagonista o grupo de protagonistas vuelva a luchar por algo, esta será ya otra historia, no la que se nos ha contado.

Por ejemplo, en una historia en la que la policía trate de evitar que alguien asesine a una personalidad importante que esos días visita la ciudad, y al final abatan al asesino justo antes de que este pueda llevar a cabo su plan, esta tendría un final cerrado: muerto el asesino, la lucha ha quedado resuelta por completo, por más que pudiese quedar alguna incógnita como quién era esta persona y por qué quería cometer el asesinato.

En un final abierto, en cambio, la lucha narrada también ha llegado, en principio, a su fin, pero, por la razón que sea, no ha quedado resuelta por completo, sino que únicamente ha terminado por ahora o ha terminado pero no del todo. Esta sería la mejor definición de final abierto: es un final en el que la situación en la que quedan los personajes tiene un «pero» en relación a que no hayan de seguir luchando (lo sepan ellos o no). Sin este «pero», sí sería un final cerrado.

Imagina ahora que el asesino al que persigue la policía sea un perturbado que esté convencido de tener algún poder sobrenatural, y que, igualmente, la policía logre acabar con él en el último momento, y que lo den por muerto, por más que no puedan recuperar su cuerpo, y que, sin embargo, en el cierre de la narración se revele que el asesino, inexplicablemente, ha sobrevivido, y quede claro que volverá a poner a la policía en jaque en cuanto tenga la ocasión. En este caso sí sería un final abierto, independientemente de que se dé respuesta o no a la pregunta de si el asesino tenía algún poder sobrenatural.

INFORMACIÓN FALSA 4: «Puedes crear atmósfera seleccionando las palabras adecuadas»

Esta afirmación tiene más de falso que de cierto, y por eso la he incluido como cuarto punto del artículo. No es que para crear atmósfera no hayamos de seleccionar las palabras adecuadas, ya que, al fin y al cabo, lo que estamos haciendo es escribir, y si erramos en la elección de las palabras cada vez que queramos comunicar lo que sea, pues no se nos entenderá bien o, simplemente, el texto no tendrá la calidad suficiente.

El problema lo tendremos si nos da por creer que únicamente por elegir unas palabras en lugar de otras ya estamos creando la atmósfera que necesitamos para nuestra obra. Tal como explico en mi artículo Cómo crear atmósfera en una obra de ficción, la atmósfera se crea, más que nada, jugando con los elementos que conforman la ficción, como son los escenarios, los personajes, la acción...

Si yo quiero crear una atmósfera axfixiante para una historia que transcurra en un pueblo, pues me irá bien hacer que sea verano y haga un calor de mil demonios y que todo en el lugar esté descuidado, y también que sus habitantes estén más atentos de la cuenta a lo que hace o deja de hacer el protagonista. Luego, ya en la narración, para informar de todo ello, no hará falta que me preocupe de buscar las palabras que me ayuden a crear esta atmósfera, sino que me bastará con usar las que, simplemente, describan la ficción tal como la he ideado: el sol que pega como un mazo, los columpios oxidados y con maleza alrededor, las respuestas cortantes que dan los habitantes del pueblo...

Así, no por usar palabras como agobiante, dejadez o inquisitorial voy a crear más atmósfera que si simplemente digo que «hacía tanto calor que costaba respirar», «aparqué frente a unos columpios oxidados», «el hombre tenía los ojos fijos en mí»...


Bueno, pues hasta aquí esta explicación. Espero que te sirva para empezar 2024 con buen pie. Si te ha resultado valiosa, y no quieres perderte las próximas que escriba, únete a mi ejército literario, y te enviaré un aviso cada vez que publique una, además de contenidos que solo envío a mi lista.

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