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Cómo crear atmósfera en una obra de ficción (I)


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Por César Sánchez Ruiz



Luna llena



Tal como había explicado en un artículo anterior, ambientar una obra de ficción consiste en incluir toda una serie de elementos que permitan que la persona que lea la obra crea estar en lugar y el tiempo en los que transcurre la acción. Pues bien, en este nuevo artículo te explico cómo mediante la ambientación podemos, además, darle a la historia una atmósfera adecuada, de manera que todo en la ficción transmita un estado de ánimo y, con ello, la narración resulte aún más inmersiva.

La atmósfera es el clima emocional que tiene la ficción narrada: un aura psicológica que, afecte o no a los personajes, acaba percibiendo la persona que lee la obra: una carga anímica, positiva o negativa, que emana de todo aquello que está presenciando.

La atmósfera es un ingrediente narrativo más: no todas las obras requieren la creación de una. Sí que de ciertos géneros se suele esperar que la historia tenga una atmósfera determinada, y si no la creamos, podría echarse de menos.

Por ejemplo, las obras de género negro piden, por lo general, atmósferas sórdidas: la suelen generar escenarios nocturnos o poco iluminados y personajes con muy pocos escrúpulos.

Se puede trabajar una atmósfera tanto para toda la obra como para una escena o parte de la historia. Incluso se puede hacer que, dentro de una misma obra, las atmósferas sean varias. Normalmente es la propia historia la que pide en qué momentos se ha de crear una atmósfera y cuál ha de ser esta.

Por ejemplo, en una historia en la que el protagonista esté llevando una vida de sufrimiento, ya sea porque le estén maltratando o por cualquier otro motivo, y, en su infierno, tenga sueños recurrentes en los que se vea llevando una vida idílica, convendrá crear dos atmósferas, una para su vida real y otra para su vida soñada, y que ambas sean claramente distintas: la primera transmitirá tristeza, desánimo, aflicción, mientras que la segunda transmitirá alegría, ilusión, vitalidad.

¿Cómo lo hacemos, una vez nos hemos hecho una idea de cuál es la atmósfera que necesita nuestra obra o una parte de nuestra obra, para crear esta atmósfera? Hay varios elementos narrativos con los que podemos jugar, pero los principales son dos: los escenarios y los personajes. De momento, te voy a hablar de los escenarios, y dejo los personajes y el resto de elementos para otra ocasión.

Podemos, para empezar, hacer que la acción transcurra en localizaciones que nos ayuden a transmitir la emoción pretendida. Será muy distinto, en este sentido, que en cierto momento de la historia la acción transcurra en un prado entre las montañas a que transcurra, qué sé yo, en las alcantarillas de la ciudad.

Para ejemplificar, iré creando una atmósfera. Imagina que estamos contando una investigación que esté llevando a cabo alguien, y que queramos que la peripecia resulte inquietante. Pues bien, podríamos hacer que, en cierto momento de la historia en la que el protagonista tenga que encontrar algo, no lo busque en la biblioteca de su barrio, sino en un cementerio; de esta manera, el propio escenario estará ayudando a comunicar la inquietud pretendida. Será un cementerio que esté en algún lugar solitario: esto ayudará a que genere inquietud; si fuese uno que estuviese en mitad de una ciudad, no inquietaría tanto, seguramente.

Más allá de la elección de las localizaciones, podemos jugar con la antigüedad de los sitios en cuestión. Fíjate: en el caso de un cementerio, resultará distinto que se trate de uno de, como mínimo, el siglo pasado, de esos en los que hay que abrir una portezuela para entrar, y luego haya tumbas en el suelo, cada una con su lápida y su cruz, a uno más moderno, a que se pueda entrar con el coche y todo sean nichos a varias alturas.

Para nuestra escena del cementerio, nos irá bien un cementerio que tenga ya sus décadas, con su portezuela en la verja y sus tumbas en el suelo: siempre generará más inquietud que uno moderno; como mínimo, me la generaría a mí.

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También podemos jugar con el estado de conservación del escenario en cuestión. ¿Está el lugar en perfectas condiciones o, por el contrario, lleva tiempo abandonado? Fíjate: en el caso de un cementerio, y da igual que sea uno que se haya construido hace décadas a uno moderno, resultará muy distinto, en lo que a la generación de la atmósfera se refiere, que todo en él esté cuidado a que esté completamente dejado.

En el caso de un cementerio construido hace décadas, no será lo mismo que la portezuela de la verja esté oxidada y chirríe cuando se abra a que haya sido pintada de verde hace dos días y no haga ningún ruido, ni será lo mismo que la maleza haya invadido el lugar a que todo esté despejado y haya, incluso, parterres con flores recién regadas. En nuestro ejemplo, nos bastará con un cementerio que no esté cuidado; tampoco hará falta que la portezuela chirríe cuando se abra, ni que las tumbas apenas se vean de lo mucho que haya crecido la vegetación, ni que muchas cruces y lápidas estén rotas, pero si que parezca que hace tiempo que nadie se ocupa de él.

Podemos jugar, también, con la hora del día: no es lo mismo estar en un cementerio de día que de noche, y aquí da igual que se trate de uno antiguo o moderno o que esté bien o mal conservado: un cementerio, de noche, resulta siempre más inquietante que de día.

En nuestro ejemplo, haremos, como no podía ser de otra forma, que la acción transcurra de noche. Eso sí, deberemos asegurarnos de que resulte verosímil que el protagonista haya ido al cementerio a estas horas, y no de día. Por ejemplo, podríamos hacer que haya sufrido un percance con el coche y que, para cuando llegue, ya haya anochecido (y tampoco pueda postergar su búsqueda para el día siguiente).

Ya la hora del día en la que transcurra la acción estará determinando en buena medida cómo de iluminado está el lugar, sobre todo si se trata de un exterior, y esto influirá en la emoción transmitida. Aun así, siempre tendremos la posibilidad de jugar, para una misma hora del día, con la iluminación. Puede que, por un motivo u otro, llegue más o menos luz natural, o que haya o no luz artificial. Por ejemplo, en el caso de un cementerio, no será lo mismo que esté en un lugar en el que apenas haya árboles ni nada que impida el paso de la luz del sol, a que esté en un lugar sombrío, ni será lo mismo que tenga iluminación artificial (la de unas farolas, por ejemplo) a que no la tenga. Tampoco lo será que, de noche, haya luna llena, de manera que todo esté iluminado por ella, a que sea una noche sin luna, de manera que no se vea ni por dónde se pisa.

En nuestra escena del cementerio, nos interesa, para generar inquietud, que no haya demasiada luz. Podríamos hacer que la luna no se vea por ningún sitio, y que la única luz artificial que haya sea la de una farola cercana, que apenas llegue a iluminar una parte del camposanto próxima a la verja. El protagonista llevará una linterna.

Por último, en lo que al escenario se refiere, podemos jugar con las condiciones meteorológicas. De hecho, ya estas estarán influyendo en la iluminación: si es un día soleado, estará todo más iluminado que si está nublado, e incluso si es de noche, un cielo sin nubes hará que no sea tan oscura. Pero más allá de la iluminación, no será lo mismo que haga frío, o humedad, o calor, o esté lloviendo, o nevando, o haya niebla, o calima, o sople una brisa, o se avecine tormenta, o esta esté ya en su apogeo, o se vea el arcoíris en el cielo... Cada condición meteorológica generará una emoción distinta.

En nuestro ejemplo, como nos interesa generar inquietud, haremos que esté nublado, y también que sople algo de viento, de manera que, llegado el momento, pueda asomar entre las nubes, por un instante, la luna llena, y su luz revele algo entre las tumbas. La luna en sí, llena, también nos puede servir para inquietar un poco.

Lógicamente, tendremos que vigilar que las condiciones climáticas resulten verosímiles para la región geográfica en cuestión, y también para la época del año en la que transcurra la acción, que, por cierto, es otro aspecto con el que podemos jugar.

Para la escena del ejemplo, haremos que sea la época fría del año, y que, sin embargo, esa noche haga un calor inusual: esto también contribuirá a generar la inquietud pretendida. ¿Acaso en este cementerio se halla la entrada al Infierno?

Bueno, pues hasta aquí esta explicación. Si te ha resultado valiosa, y no quieres perderte las próximas que escriba, únete a mi ejército literario, y te enviaré un aviso cada vez que publique una, además de contenidos que solo envío a mi lista.

Aquí tienes ya la continuación del artículo.



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