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2 errores que ya no cometerás al escribir una novela
Por César Sánchez Ruiz
Espero que hayas empezado el año con el indicador de energía literaria en el 100 %. En este artículo, el primero que publico en 2025, te hablo de dos errores con los que me encuentro a menudo en las novelas que reviso. Son errores que pueden lastrar tu novela hasta hacerla naufragar, así que te conviene saber en qué consisten y cómo evitarlos. En este artículo te lo explico todo con detalle y con los ejemplos necesarios.
Sin más, veamos cuáles son estos dos errores:
1. Los nombres de algunos personajes se confunden entre sí
El primer error tiene que ver con los personajes, y consiste en ponerles nombres que, en algunos casos, no se distinguen entre sí lo suficiente.El nombre de un personaje será, por lo general, la forma en la que el narrador y el resto de personajes se vayan refiriendo a ese personaje, y si dos nombres se asemejan, quien esté leyendo la novela podría verse en problemas para distinguirlos, lo que a su vez provocará que no le quede claro a qué personaje se hace referencia en cada ocasión. Esto, en ciertos casos, podría convenir (más adelante te pongo algún ejemplo), pero en la mayoría de ellos despistará.
Es un error que provocará que se confunda no solo el lector de la novela, sino también el de la sinopsis argumental, ya que en este tipo de resumen siempre se hace referencia a los personajes por sus nombres. Que se confunda quien esté leyendo la sinopsis argumental puede resultar fatal para la novela, si, por ejemplo, esa persona es quien ha de decidir si la obra merece ser publicada.
Básicamente, dos nombres se confundirán cuando algunas de sus letras sean las mismas, y, en particular, cuando coincidan sus iniciales (que, por ser mayúsculas, son las que llaman más la atención). También se confundirán si, de la manera que sea, remiten a una misma idea. En menor medida, pueden confundirse si sus longitudes son parecidas.
Siempre que hayas de ponerle nombre a un personaje, asegúrate, en primer lugar, de que no haya ya otro personaje cuyo nombre tenga la misma inicial que la del que estés considerando usar.
Si tienes un personaje que se llama Luisa, no hagas que otro se llame Lorena, porque sus nombres se confundirán.
En caso de que sea una novela de muchos personajes y se haga inevitable que haya dos o más nombres que empiecen por la misma letra, trata de que algo ayude a diferenciarlos: por ejemplo, que uno sea un nombre masculino, y el otro, femenino.
Los nombres Luisa y Lázaro no se confundirán, y no solo porque ya no terminan por la misma letra, sino porque uno es femenino, y el otro, masculino.
También te puede servir para distinguirlos que sean personajes que pertenezcan a partes distintas de la ficción.
Si tu novela es una en dos tiempos, y tienes un personaje cuyo nombre empieza por L que únicamente aparece en la historia del presente y otro cuyo nombre también empieza por L y que únicamente aparece en la historia del pasado, sus respectivos contextos temporales ayudarán a diferenciarlos.
Luego, asegúrate de que, por más que ya no empiecen por la misma letra, ningún nombre tenga más o menos las mismas letras que otro.
Los nombres Óscar y César se confunden; y, si no, que me lo digan a mí, que a menudo me veo llamado Óscar en vez de César. No es de extrañar, porque de las cinco letras que tienen ambos, cuatro son las mismas, y dos están en las mismas posiciones.
Vigila también que no haya demasiados nombres masculinos que acaben en o ni demasiados nombres femeninos que acaben en a.
Si los cinco personajes masculinos de tu novela se llaman Roberto, Juanjo, Aldo, Ernesto y Darío, pues mal vamos. Y lo mismo si los cinco femeninos se llaman Eva, Lorenza, Mónica, Rosa y Carla.
Como será inevitable que algunos nombres se parezcan en algo, puedes, para diferenciarlos, jugar con sus longitudes: si un nombre es corto y otro es largo, será más difícil que se confundan. También puedes jugar con las procedencias: si puedes incluir nombres de distintas nacionalidades, se distinguirán mejor. Y lo mismo para la forma: puedes recurrir a nombres de pila simples, a nombres de pila compuestos, a apellidos simples, a apellidos compuestos, a apodos, a tratamientos...
Por último, asegúrate de no estar usando ya otro nombre cuyo significado esté en el mismo campo semántico que el del nombre que estés considerando usar o remita de cualquier modo a un mismo contexto.
Si uno de tus personajes femeninos se llama Violeta, no hagas que otro se llame Margarita: ambos son nombres de flor. Y si uno de tus personajes masculinos se llama Ángel, no hagas que otro se llame Jesús: ambos son nombres que remiten al Cristianismo.
En el articulo anterior te había recomendado estas cuatro novelas. Puedes fijarte ahora en cómo en todas ellas los nombres de los personajes se distinguen lo suficiente entre sí:
En la primera, El talento de Mr. Ripley, los nombres son Tom, Dickey, Marge, tía Joan, Freddie, Mr. Greenleaf, Cleo... Cómo ves, no hay dos que empiecen por la misma letra ni que puedan confundirse entre sí de ninguna otra manera. Es cierto que, en esta novela, además de a Mr. Greenleaf, tenemos a Mrs. Greenleaf, y ambos nombres se parecen, pero se diferencian por el tratamiento que los precede (Mr. y Mrs.), que deja claro que uno se refiere a un hombre, y el otro, a una mujer. Es más, la similitud, en este caso, resulta útil, puesto que el hecho de que el apellido sea el mismo ayuda a comunicar que son marido y mujer.
En la segunda, La familia de Pascual Duarte, los nombres son Pascual, Rosario, el Estirao, Lola, Esperanza, Mario... Dos de estos nombres (el Estirao y Esperanza) tienen una E inicial, pero el hecho de que uno sea un apodo masculino, y el otro, un nombre de pila femenino, permite distinguirlos. Lo mismo, en cierta manera, se aplica a los nombres Mario y Rosario, cuyas últimas cuatro letras coinciden (Rosario puede ser también un nombre de pila masculino, pero en esta novela se interpreta desde el primer momento como nombre femenino).
En la tercera, El nombre de la rosa, los nombres son Guillermo, Adso, Remigio, el Abad, Adelmo, Ubertino, Salvatore, Severino, Venancio, Jorge, Berengario, Malaquías, Bernardo... Es una novela que tiene un buen número de personajes, y se hace inevitable que la inicial de algunos sea la misma, pero, por ejemplo, los dos que empiezan por A no llegan a provocar ninguna confusión: «Adso» es un nombre muy corto, de tan solo cuatro letras, mientras que «Adelmo» es algo más largo, tiene seis, y, sobre todo, el primero es el del coprotagonista y narrador, y únicamente aparece en los parlamentos del resto de personajes, cuando alguno de ellos se dirige a Adso o habla de él, mientras que el segundo es el de un personaje que desde el inicio de la historia está muerto, y esto ayuda a que las referencias sean inequívocas. Aparte, tenemos otro personaje cuyo nombre empieza por A, el Abad, pero en este caso no es un nombre de pila, sino un título eclesiástico, y siempre que aparece queda claro a quién se está haciendo referencia.
Y en la cuarta, 1984, tenemos los nombres Winston, Julia, O'Brien, Parsons, Ampleforth, Syme... De nuevo, las iniciales son todas distintas. En esta novela hay dos personajes, el Gran Hermano y Goldstein, cuyos nombres tienen ambos una G inicial, pero esto solo sucede en la traducción en español, ya que en el texto original, que está en inglés, el nombre del primer personaje no tiene ninguna G inicial, sino dos B (Big Brother).