Diálogos al final del túnel
El microbio sigue ahí, a las puertas... pero ya se va viendo la luz al final del túnel. De momento, aquí tienes un nuevo artículo que te ayudará a quedarte en casa a escribir. En esta ocasión te hablo de un recurso tan valioso como es el diálogo. ¿Te manejas bien con él?
El diálogo es uno de los recursos narrativos que más cuesta dominar. Voy a darte algunas indicaciones para que puedas hacer que tus personajes hablen de manera creíble y, a la vez, sus parlamentos se lean con fluidez.
En primer lugar, has de tener en cuenta que, al igual que en el mundo real cada persona habla a su manera, cada uno de los personajes de tu historia deberá hablar a la suya. Si no lo haces así, si no te preocupas de asignarle a cada personaje una voz única, todos hablarán igual, con tu voz, y no sólo se resentirá la verosimilitud, sino que no estarás ayudando a que el lector pueda discernir qué personaje interviene en cada momento.
Un personaje puede tener una forma de hablar muy característica o, por el contrario, más común, pero nunca deberá ser la misma que la de otro personaje (salvo excepciones: por ejemplo, si se trata de gemelos, clones o similar), y deberás preocuparte de trabajarlas todas en mayor o menor medida. Si, por ejemplo, el personaje es un pirata de mediados del siglo XVIII, no hablará con remilgos:
—No, yo no —dijo Silver—. Flint era el capitán; yo era solamente su cabo, ¡qué podía ser con mi pata de palo! El mismo cañonazo que dejó ciego a Pew se llevó mi pierna. Fue un excelente cirujano el que terminó de cortármela, sí, con título y todo, y sabía hasta latín... Aunque eso no le salvó de que lo colgaran como a un perro y lo dejaran secándose al sol, como a todos los demás, en Corso Castle. La gente de Roberts... Todo les vino por mudarles los nombres a sus barcos, cuando les pusieron Royal Fortune y otros nombres así. Como si se pudiera cambiar el nombre de un barco.
Si se trata de un personaje de una época actual, su forma de hablar podrá ser más parecida a la tuya, pero aun así, no deberás descuidarla. Un niño, por ejemplo, deberá expresarse como lo hacen los niños: con frases cortas y un vocabulario sencillo; un adulto, en cambio, suele elaborar más las frases, y su repertorio de palabras ser más amplio. Sólo en el caso de que un personaje se parezca mucho a ti (tenga tu misma nacionalidad, edad, etc.) o, directamente, seas tú (es decir, tú seas uno de los personajes de la ficcion), podrás usar para él tu propia voz.
Para saber cómo habla uno de tus personajes, has de tener claro cómo es el personaje en cuestión, y para ello no te queda otra que haberlo trabajado. Puedes hacerlo en tu imaginación o en una ficha de personaje. De hecho, la forma de hablar de un personaje no es más que otro rasgo de su caracterización.
No sólo las voces de los personajes tendrán que ser distintas entre ellas, sino que un mismo personaje deberá expresarse de una manera u otra según la situación en la que se encuentre en el momento de hablar. Así, si está cenando con alguien en un restaurante, podrá hablar con calma, detallar, aclarar... En cambio, si está en medio de una batalla, no tendrá tiempo para explicaciones, y deberá limitarse a dar indicaciones rápidas a sus compañeros:
—¡Salgamos, muchachos! ¡Fuera todos! —gritó el capitán—. ¡Vamos a luchar a campo abierto! ¡Los machetes!