El monólogo interior (y el flujo de consciencia)
o cómo narrar en forma de pensamiento
En el artículo anterior te había mostrado cómo podemos plasmar en texto nuestro flujo de pensamiento a modo de ejercicio de desbloqueo. Pues bien, en éste voy a hablarte sobre cómo podemos plasmar en texto el flujo de pensamiento de un personaje, es decir, cómo podemos narrar en forma de monólogo interior. Se trata de una técnica narrativa avanzada. ¿Te atreves con ella?
No sólo te explicaré qué es un monólogo interior y te pondré algunos ejemplos, sino que te detallaré cómo se escribe uno y de qué manera puedes incluir un texto de este tipo en una narración.
¡Vamos a ello!
¿Qué es un monólogo interior?
Como ya sabrás, al escribir una novela o un relato podemos emplear un tipo de narrador u otro: podemos narrar en tercera persona, pero también podemos narrar en primera. De la misma manera, podemos narrar con los verbos en pasado, que suele ser lo más frecuente, o podemos narrar con los verbos en presente, que ya no es tan habitual. Podríamos narrar, incluso, con los verbos en futuro.Otra de las variables con la que podemos jugar para concretar un modo narrativo es la forma de la narración. Por ejemplo, podemos narrar en forma de memorias de un personaje, de diario de bitácora, de cartas, de conversación entre dos personas...
A modo de ejemplo, la novela El nombre de la rosa, de Umberto Eco, está narrada en primera persona, con los verbos en pasado y en forma de manuscrito de un monje de la Edad Media, mientras que la novela Sin noticias de Gurb, de Eduardo Mendoza, está narrada igualmente en primera persona, pero con los verbos en presente y en forma de diario de una misión, la de un extraterrestre que aterriza en Cerdanyola (provincia de Barcelona, aquí al lado).
Pues bien, el monólogo interior es una de las formas en las que podemos narrar. Para que veas en qué consiste, lo mejor es que leas un ejemplo. El que sigue es un fragmento de la novela Ulysses, de James Joyce, de la que seguramente habrás oído hablar:
… y la noche que perdimos el barco en Algeciras y el guardia de un sitio para otro sereno con su farol y O aquel abismal torrente O y el mar el mar carmesí a veces como fuego y las puestas de sol gloriosas y las higueras en los jardines de la Alameda sí y todas aquellas callejuelas extrañas y las casas de rosa y de azul y de amarillo y las rosaledas y los jazmines y los geranios y las chumberas y el Gibraltar de mi niñez cuando yo era una Flor de la montaña sí cuando me ponía la rosa en el pelo como hacían las muchachas andaluzas o me pondré una roja sí y cómo me besaba junto a la muralla mora y yo pensaba bien lo mismo da él que otro y entonces le pedí con la mirada que me lo pidiera otra vez sí y entonces me preguntó si quería sí decir sí mi flor de la montaña y al principio le estreché entre mis brazos sí y le apreté contra mí para que sintiera mis pechos todo perfume sí y su corazón parecía desbocado y sí dije sí quiero Sí.
En un monólogo interior, el texto tiene la forma de secuencia de pensamientos de un personaje, de manera que, al leerlo, se asiste en vivo y en directo a la actividad mental de ese personaje. En el ejemplo, el texto reproduce lo que pasa por la cabeza de Molly Bloom, el personaje femenino principal de la novela.
Cuando el flujo de pensamiento aparece plasmado en texto con el estilo de un escrito convencional, con una cierta elaboración lingüística y de manera que se respeta la ortografía y la gramática, entonces hablamos de un monólogo interior propiamente dicho. Si, en cambio, lo llevamos al extremo, y lo plasmamos en texto sin respetar la gramática, con errores ortográficos, cortando las frases, etc., entonces hablamos, más bien, de flujo de consciencia.
En este artículo yo voy a utilizar el término "monólogo interior" para referirme indistintamenta a ambas modalidades de representación del pensamiento de un personaje.