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Cómo escribir un libro de memorias y no dejar que tu vivencia se desvanezca en el olvido


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Por César Sánchez Ruiz



El pensador



¿Te animas a contar tus vivencias? Da igual que hayan sido buenas o malas: seguro que han sido lo suficientemente particulares como para que merezcan su relato. En este artículo te explico qué es un libro de memorias, cómo se escribe y qué precauciones debes tomar al hacerlo.

¿Qué es un libro de memorias?

Un libro de memorias es una obra en la que se narran unas experiencias propias. Se trata, así, de una obra de no ficción: los hechos que se narran en un libro de memorias no son inventados, sino reales; si fueran inventados, sería una novela, por más que se escriba de manera que parezcan unas memorias e, incluso, se incluya en su título la expresión «Memorias de» (como sucede en, por ejemplo, la novela Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar).

Las memorias se diferencian de la autobiografía en que en ellas no se cuenta toda una vida, sino una parte de ella. Así, en un libro de memorias podemos limitarnos a contar, por ejemplo, cómo residimos durante un tiempo en un país extranjero y cuál fue nuestra experiencia allí. Otra diferencia entre ambas es que, en el caso general, el enfoque en un libro de memorias es más subjetivo que objetivo, más intimista que informativo, mientras que en una autobiografía sucede a la inversa.

En este sentido, el libro de memorias guarda similitud con el diario personal: en ambos narramos nuestra vivencia y lo hacemos impregnando la narración con nuestras opiniones, sentimientos, inquietudes..., solo que en un libro de memorias lo contamos todo desde un momento posterior a esa vivencia, mientras que en un diario personal vamos narrando a la vez que esta tiene lugar (al final de cada día, normalmente).

A modo de ejemplo, yo podría relatar mis vivencias como alumno Erasmus: en 1996 obtuve una beca de este programa de intercambio y pasé un semestre en Braga, una ciudad del norte de Portugal. Desde entonces, ha llovido. Contaría toda mi experiencia en retrospectiva.

¿Cómo se escribe un libro de memorias?

Escribir un libro de memorias no requiere tanto dominio de la técnica como escribir una novela. Para empezar, las memorias se escriben siempre en primera persona, así que no tendremos que dedicar esfuerzos a elegir el narrador. Como ya sabrás, narrar en primera persona es más fácil que hacerlo en tercera, en lo que al manejo del punto de vista se refiere, y esto también jugará a nuestro favor. Además, no nos supondrán ningún problema las desventajas propias del narrador en primera persona, como son, por un lado, no disponer más que de un punto de vista para narrar los hechos y, por otro, tener que emular la voz del narrador elegido, puesto que en unas memorias nos limitaremos a contar nuestra vivencia y lo haremos con nuestra propia voz.

Tampoco tendremos que preocuparnos por la elección del tiempo verbal. Normalmente, las memorias se escriben en pasado, puesto que en ellas se relatan hechos ya ocurridos. Excepcionalmente, se pueden narrar estos hechos en presente, pero es un modo que resulta más laborioso, y no te lo recomiendo.

Escribir los diálogos tampoco nos supondrá mayor problema. Estaremos contando aquello de lo que nos acordemos, y lo normal es que no recordemos con detalle las conversaciones que tuvimos o escuchamos, sino únicamente lo que se habló en ellas en general o, a lo sumo, frases sueltas. Esto se traducirá en que en la narración no mostraremos los diálogos en estilo directo, que son los que requieren un mayor dominio de la técnica, sino que informaremos de las conversaciones resumiéndolas en estilo indirecto y, como mucho, mostrando parlamentos sueltos en estilo directo.

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Eso sí, la escritura de tu libro de memorias te obligará, casi seguro, a llevar a cabo tareas de documentación. La memoria es volátil, y probablemente habrás olvidado detalles de tu vivencia o, incluso, partes importantes de la misma. También es posible que ciertas cosas las recuerdes de manera distinta a como sucedieron.

Para refrescar tu memoria puedes recurrir a diversas fuentes. Por ejemplo, puedes buscar fotografías de la época en cuestión. También puedes valerte de material escrito, ya sean cartas o emails que enviaste o recibiste, artículos publicados, folletos, contratos... Por supuesto, si durante esa época escribiste un diario personal, tendrás a tu disposición una valiosísima fuente que deberás aprovechar. También podrás obtener información de todas aquellas personas que, de alguna manera, intervinieron en tu vivencia: puedes hacerles preguntas puntuales o, incluso, entrevistarlas. Y otra opción es visitar los lugares en los que transcurrieron los eventos y revivir estos.

En cualquier caso, convendrá que las vivencias que narres tengan una cierta unidad y que, en lo posible, en ellas te centres en exponer una lucha que libraste, en vez de dedicarte a comunicar recuerdos de manera indiscriminada. De esta manera, la narración estará bien vertebrada y tendrá más interés.

Por ejemplo, si en tus memorias cuentas cómo residiste durante un tiempo en un país extranjero, y lo hiciste, en parte, para cumplir un cierto sueño que tenías, podrías centrar el relato de tu vivencia en explicar la lucha que libraste para cumplir ese sueño: cómo te surgió la necesidad de cumplirlo, cómo trataste de superar todos los obstáculos, y cómo, al final, lo cumpliste o no. Todo lo que cuentes sobre tu estancia en el país, que igualmente podrían ser muchas cosas, lo supeditarías a ello.

¿Qué precauciones hay que tomar al escribir un libro de memorias?

El hecho de que en una obra de este tipo se narren hechos reales nos obliga a tomar ciertas precauciones. En una obra de ficción, los personajes no se nos molestarán por lo que digamos de ellos, pero en un libro de memorias las personas de las que hablemos sí pueden molestarse si lo que contamos no es de su agrado.

Por un lado, has de asegurarte de no difamar a nadie, esto es, no comunicar nada que pueda atentar contra el honor, la dignidad o la reputación de quien sea. Se difama tanto cuando se hacen declaraciones falsas que desacreditan a una persona o a un grupo de personas como cuando, aun siendo ciertas esas declaraciones, no pueden demostrarse.

Por ejemplo, podría considerarse difamatorio decir que alguien maltrataba a sus hijos, siempre que no existan pruebas que respalden la afirmación. Si, en cambio, la persona ya hubiese sido denunciada y condenada por maltratar a sus hijos, la afirmación no sería difamatoria.

Por otro, está el tema de la información sensible. Más allá de que a alguien pueda no hacerle gracia que le menciones en tu obra y se enfade contigo por ello, has de evitar dar información que atente contra la privacidad o la intimidad de la personas.

A modo de ejemplo, es dar información sensible comunicar que alguien padece una enfermedad. Si esa persona ya ha hecho pública la información, no habrá problema, pero si lo sabes porque trabajas en la farmacia en la que esa persona compra sus medicamentos o te lo ha contado porque eres alguien de su círculo cercano, y lo publicas en tu libro, tendrá todo el derecho del mundo a pedirte responsabilidades.

Para tener la seguridad de no estar perjudicando a nadie con lo que cuentes, tendrás que, por un lado, procurar no informar de nada sobre otras personas que no sea de dominio público, y, por otro, pedir consentimiento a aquellas personas de las que vayas a contar algo que pienses que pueda molestarlas o perjudicarlas. En última instancia, puedes pedir asesoramiento legal sobre qué puedes contar y qué no. Otra opción que tienes es hacer que no se pueda identificar a aquellas personas de las que estés hablando.


Bueno, pues hasta aquí esta explicación. Si te ha resultado valiosa, y no quieres perderte las próximas que escriba, únete a mi ejército literario, y te enviaré un aviso cada vez que publique una, además de contenidos que solo envío a mi lista.

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